Carta de una madre con dos hijas
Propuse a una
buena amiga que me escribiera algo sobre su experiencia como madre y me mando
este estupendo texto que espero os guste. Comparto completamente con ella el
exceso con el que se vive la experiencia de ser padres en muchos casos, la
obsesión por crearles una infancia idílica continua, por que cada día sea una
aventura. La exigencia propia y con ellos. El exceso de actividades y la falta
de disfrute de las cosas más sencillas.
Aquí va su texto:
“Acabo de llegar de la reunión del cole de mi hija Vera de 7 años. Salí
muy contenta porque creo que el camino por las que las estoy educando es el
correcto (si, tienen un padre, pero por el tiempo que pasan conmigo el mayor
peso recae sobre mi). Así que, os cuento con las tres cosas principales con las
que me quedé, por si os ayuda en la educación de vuestros hijos.
Es
mi opinión y mi manera de entender la educación no somos una fábrica de entretenimiento.
Muchas veces estamos agotados de nuestro día a día y el ritmo que nos hace
andar como pollo sin cabeza continuamente. Así que no hace falta
todos los días hacer manualidades, bajar al parque, hacer una grandiosa cena o
inventar un juego que combine educación, tecnología y habilidades. Somos
humanos, lo importante es estar ahí, escucharles, no estar todo el rato dándole
a la tecla del móvil e interesarnos por su día.
¿Qué
se aburren? Pues se les pasará, tienen miles de juguetes. ¿Qué hay ducha rápida
en vez de baño? No pasa nada. ¿Qué cenan crispis una noche? No pasa nada.
Nuestra autoexigencia es máxima y tenemos que bajar un punto el listón y... no
pasa nada. La vaca del vecino siempre dará más leche que la nuestra, así que...
por una cena a base de crispis, no se es mal padre o madre.
Otro punto, no les exijamos a ellos tanto. Tú querías ser músico, era tu ilusión, tenías tu visión de vida y no pudo ser. Por favor, a tu hijo a lo mejor no le gusta la música y si va 3 veces a la semana a clase de solfeo, menos todavía. Se parecen a ti, pero no son tú. Son su yo el que tienen que descubrir y les tenemos que dejar que lo hagan.
Tienen
que bailar, jugar, ensuciarse y salpicar en la bañera, nada les garantiza un
futuro prometedor, pero si su infancia es feliz y alegre se reflejará en el
resto de su vida.
Por último, se tienen que equivocar y tienen que ser autónomos. Les encanta ayudarnos, y lo hacen regular, pero no pasa nada. Si ayudan a poner la mesa y les decimos que tardamos más en ponerla con su ayuda, la motivación es nula y no van a querer jamás volvernos a ayudar porque lo hacen mal. Si les hacemos todos los días la mochila del cole, nunca se les olvidará nada y lo único que aprenden es que nosotros la hacemos fenomenal. Dentro de cada edad tienen que tener un mínimo de responsabilidades, se tienen que preocupar de sus cosas y saber que ellos lo pueden hacer. Motivarles y valorar cuando hacen las cosas con esfuerzo, salgan bien o mal y darle la importancia justa que tiene cada acción, ni más ni menos.
Espero que os haya servido.
Mamá de Vera y Jime “
¡Gracias
amiga por compartir tu experiencia!
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