La ayuda que no ayuda
Eric Fromm decía en su libro titulado en 'El arte de amar' que "Si un individuo es capaz de amar productivamente también se ama a sí mismo; si sólo sabe amar a los demás no sabe amar en absoluto".
El
camino del amor debe tener doble dirección, amar y ser amado, si lo logramos
decía el psiquiatra G. Vaillant es probable que vivas más que otras
personas.
Hay
muchas formas de amor, por un lado el de los cuentos infantiles, ese supuesto
amor romántico que nos enseña como la linda damisela espera al príncipe azul
que la rescate. Así estas princesas se entregarán a ellos en cuerpo y alma,
pero ¿es esto lo que queremos? ¿es saludable?.
Ayudar,
ocuparse del otro es desde luego un acto generoso, pero debe haber un límite.
Parece que algunas personas viven solamente de sentir que ayudan al otro,
incluso cuando no se les ha pedido ayuda. Suele suceder en mayor medida dentro
de las relaciones de pareja aunque no necesariamente. Así tenemos personas
encajadas en un rol de víctima y otras que intentarán salvarlas sin pena ni
gloria.
Dentro
de una relación sana el apoyo y ayuda debe venir por ambos lados, según
momentos o circunstancias.
Si
resolvemos todos los problemas del otro, por un lado evitamos que desarrollen
las habilidades necesarias y confianza en sí mismo para solucionarlos y por
otro lado nos cargamos con una responsabilidad que pesa y no nos corresponde.
E. Karpman, discípulo de E. Berne, padre del
Análisis Transaccional que estudia los juegos que practicamos con los demás,
habla del "Triángulo dramático de las relaciones tóxicas". Podemos
interpretar tres roles en nuestra vida: el salvador, la víctima y el
perseguidor o acusador. Estos papeles son dañinos cuando
se activan de manera rígida y repetitiva.
En estas relaciones se produce un juego de
roles rígido y unidireccional. El salvador se identifica con un yo altruista y
cuidador. Su contraparte es alguien más pasivo e inseguro.
Detrás
de este supuesto salvador altruista hay un miedo también a no ser necesitado,
un deseo de control sobre el otro. De esta forma ni uno ni otro se ocupa de lo
que le corresponde.
Debemos
aprender a confiar en los demás y dejar que el otro pueda encontrar su camino y
forma de solucionar sus propios problemas. El salvador debe aprender a amar al
otro sin querer dirigirlo y aprender a amarse más a sí mismo encontrando un
espacio para ocuparse de sus sentimientos y sus necesidades. Sólo conociéndose
más y abordando sus miedos podrá relacionarse con personas disponibles
emocionalmente con las que pueda compartir en igualdad.
El
rol de salvador se inicia al principio para salvar a los demás, después
continua haciéndolo para comprar la paz, evitar discusiones y conflictos,
en último término por que teme la respuesta del salvado. Cuando nos cansamos de
salvar al otro, este normalmente lo tomará mal, se sentirá abandonado y exigirá
lo que tenía usando la pena, el chantaje, el ataque o la soberbia.
¿Qué
pasos dar para dejar de ser un salvador?
-
Intenta ser consciente de tus emociones.
-
Piensa en tí en primer término, así prestará algo menos de atención a los
demás. Esto chocará a los demás y les obligará a moverse de lugar, pero dará
sus frutos.
-
Busca ayuda profesional si lo necesitas
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