Micromachismos y violencia de género
Me gustaría compartir con vosotros este pequeño informe sobre miscromachismos que escribí hace unos años, pero que sigue igual de vigente.
“Si eres un hombre
demuéstralo y no llores, dale, defiéndete, que mariconazo” ...
éstas y otras muchas perlas forman parte del vocabulario habitual en
la educación de las nuevas generaciones y están bien enraizadas en
los que ya tienen algunos años. La masculinidad y la violencia han
ido de la mano desde hace mucho tiempo. Esa anulación del lado
emocional masculino, consensuador, dialogante y proclive a ayudar a
los demás, es también parte de la identidad masculina. Esta
anulación puede generar en algunos varones tensiones y éstas pueden
acabar en violencia, normalmente ejercida sobre mujeres o niños.
La
sociedad patriarcal en la que vivimos, colabora en el mantenimientos
de actos y pensamientos dispuestos a que los varones mantengan su
estatus de poder, su lucha por aparentar que es un hombre de verdad
frente a una mujer mediante la confrontación y muestra de poder. La
identidad del varón sigue ligada a esos ritos de paso donde antaño
servían para demostrar que ya se era un hombre, hoy en día pocos
massais matan en Europa leones como muestra de su virilidad pero
muchos hombres acaparan el mando de la televisión como un
privilegio, o la información de las cuentas corrientes. No contamos
con datos suficientes para generalizar el fenómeno en una sociedad
muy cambiante y variada como la actual, necesitaríamos profundizar
más nuestra investigaciones en diversas capas sociales para que las
conclusiones pudieran ser más generalizables.
En
el año 2012, en España, 61 mujeres perdieron su vida en manos de
compañeros o ex-compañeros, parejas que no aceptaron un divorcio,
que no aceptaron la exigencia de esa mujer de igualdad de trato, de
oportunidades, mujeres que en ocasiones dejaron de doblegarse y
acabaron muertas. Muchos hombres no son capaces de aceptar ese cambio
de actitud, se observa incluso como en países nórdicos donde existe
un gran estado del bienestar, las muertes por violencia de género no
han dejado de existir y se mantienen estables. Pareciera que la falta
de subordinación va relacionada con un cierto aumento o permanencia
de estas muertes violentas.
Desde
los años 70 se viene luchando desde las distintas instituciones por
distintas vías para su erradicación, concienciación y mayor
visibilidad. Se ha conseguido que muchas mujeres denuncien (aunque
siguen siendo una minoría), se ha logrado también un amplio rechazo
social mayoritario a esas actitudes tan violentas antes defendidas
incluso por instituciones tan poderosas como la Iglesia Católica en
España. En esta lucha mujeres y hombre han compartido el objetivo
común de la no-violencia, han luchado juntos; sin embargo hay otra
violencia que sigue muy presente entre los varones, incluso entre
algunos cultivados, progresistas y democráticos.
Es
una violencia invisible, los micromachismos forman parte del
repertorio comportamental de muchos varones. Los varones siguen
siendo cómplices de estos micromachismos, desde el momento que no
luchan contra ellos. No quieren perder estatus, posición y comodidad
en muchos ámbitos de la vida. Pero esto sigue constituyendo una
forma de violencia, una perpetuación de la desigualdad social,
económica, de oportunidades y de acción hacia las mujeres, que no
encuentran un compañero real y esto impide que las cargas familiares
sean igualitarias.
Hay
dominaciones tan sutiles que sólo estando preparado uno es capaz de
detectarlas. Secretaria, psicóloga, mujer de la limpieza, madre, la
que mantiene y conserva las relaciones sociales con amigos y familia,
la que encuentra las cosas en casa, la que cede su individualidad por
el grupo familiar, la que no tiene tiempo libre por que todo su
tiempo es ocupado por tareas domesticas o familiares... y la que
además trabaja fuera de casa. Todos nosotros nos sentimos
representados en alguna de estas actitudes en mayor o menor nivel; si
es así y eres un varón, está muy bien que lo hayas detectado pues
ahora puedes trabajar para acabar con ellos, y si eres mujer, también
estarás mucho más despierta a solicitar a tu pareja que acabe con
estas actitudes y serás capaz de someterte menos a ellas de forma a
veces inconsciente.
Es
necesario una implicación de los varones en este cambio, es
necesaria una introspección para ser consciente de los abusos
diariamente cometidos, de los roles que aceptamos sin cuestionar y
del perjuicio que esto supone. Sólo desde esta implicación y puesta
en duda, desde ambos géneros será posible luchar contra ellos e
intentar que las próximas generaciones los pierdan, ya que a día de
hoy, los adolescentes siguen repitiendo estos valores patriarcales e
inclusive aceptando y normalizando la violencia como forma de
expresión en una pareja.
Las
instituciones no deben limitar sus actuaciones a facilitar las vías
de denuncia y atención a mujeres maltratadas (que también son
necesarias) si no en reeducación y cambio social que posibilite
evitar las relaciones de poder interpersonales entre hombres y
mujeres. Hoy sigue siendo necesario un hombre para que defienda a las
mujeres incluso en casos de violencia de género, ya sea un juez o un
policía, un padre o un hermano de la victima. Es necesario un cambio
social profundo además de una adecuada política de intervención
para llegar a la igualdad real entre hombres y mujeres, mujeres y
hombres.
Creo
que esta sería una linea de investigación a continuar para
encontrar formas de luchar contra la violencia de género sin
perpetuar la dependencia de la mujer al varón y a su vez luchando
contra esa identidad masculina-violenta en las próximas
generaciones.
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