Enfermedades cajón de sastre






Hacia 1893 comienza Freud sus “Estudios sobre la histeria” junto con Breuer. Sus pacientes mostraban una serie de síntomas físicos (dolores, parálisis, pinchazos...) que tras haberse sometido a revisiones médicas, no habían logrado encontrar nada biológico como causa aparente.

Freud sospechaba que debía haber un motivo o varios detrás, de carácter psicológico tras esos síntomas de dolores o calambres... mostrando una gran apertura mental y mucha empatía para con sus pacientes, no conformándose con el diagnóstico de lo obvio, la constatación de lo exclusivamente corporal si no buscando más allá, el origen de esas molestias en ocasiones inconsistentes o cambiantes.

Así definió la conversión como un mecanismo de defensa, mecanismo que convertía la energía psíquica en somática. De esta manera asocia las quejas corporales con posibles representaciones de conflictos sobre los que las pacientes no eran capaces de poner palabras. Estos conflictos estaban relacionados en muchas ocasiones con sucesos con referencias sexuales durante la infancia, que se mostraban inconcebibles para la moral de la persona.

El ataque histérico parece ser un modo de recordar ese suceso no olvidado, un modo de volver a esa infancia y el análisis debe ser capaz de traer a la conciencia ese suceso inconsciente. Así ligando el afecto a ese suceso, verbalizándolo, será posible su desaparición. Es necesario recordar, hacer consciente lo que está oculto para que la cura sea efectiva.

Es interesante en las lecturas sobre la histeria, la capacidad de Freud para ante los casos que se le presentan, no duda de la necesidad de medicar, dar masajes o utilizar instrumentos que la medicina de la época ponía a su alcance pero dando toda importancia a la parte psíquica de los pacientes y a la escucha, que se convertirá en la base del método psicoanalítico.

A día de hoy llamaríamos quizás a esta forma de trabajar, una forma de intervención “multidisciplinar”, y que lamentablemente no es habitual en la atención ni primaria ni especializada en nuestro país, quedándose muchos profesionales a menudo en los síntomas superfluos que no nos permiten llegar al origen ni por supuesto acabar con el problema que el paciente plantea.

Pienso en la cantidad de pacientes que deambulan de un médico a otro, consumiendo una gran cantidad de analgésicos, antidepresivos durante años con quejas somáticas y que no reciben la atención psicológica necesaria, quizás por que algunos médicos siguen sin dar a la psique la importancia que tiene en determinadas enfermedades como la fibriomialgia, las enfermedades auto-inmunes o incluso las infecciones, quizás por la falta de medios públicos, quizás por todo.

Estos pacientes que siguen utilizando su cuerpo para expresar sus conflictos internos y que lamentablemente, sus dolores se cronifican. El hecho de sentir dolor parece que les mantiene vivos y el diagnostico médico les dan una identidad que de otra forma no tienen.

La habitual clasificación de psicopatología, etiqueta una gran cantidad de enfermedades y que quizás no son tales, no son más que un conjunto de síntomas no tratados o no escuchados por alguien realmente interesado, que quiera escuchar la historia que hay detrás de un dolor que dura años sin problema biomédico aparente. Leí hace un tiempo (abril, 2015) con asombro en el Colegio de Psicólogos de Madrid que un grupo de psiquiatras y psicólogos se ha plantado contra esta clasificación de las personas en base a características cuestionables y que van cambiando a lo largo del tiempo y del avance del tratamiento, puede ser un avance hacia la escucha más que a la clasificación sistemática.

Ya hablaba Freud de enfermedad mixta, pero hoy nos seguimos empeñando en tratar de forma puramente farmacológica algunas enfermedades que lo que hacen es reflejar conflictos internos, psicológicos del paciente, o que al menos tienen un origen mixto.

Podemos pensar en las enfermedades somáticas e interpretar los síntomas que padecen como un rosario de representaciones que la persona no han sido capaz de tolerar. El cuerpo habla en boca de la persona, expresa lo que le ocurre.

Muchas pacientes que padecen alguna de estas enfermedades hacen referencia a un momento puntual en que su enfermedad comenzó, un hecho traumático concreto al que no han podido enfrentarse adecuadamente, o quizás un hecho que recuerdan pero que está asociado con sucesos más antiguos durante su infancia y que no es aún capaz de conectar ni asociar. El diagnóstico médico se constituye en identidad en estos enfermos, y la condición de enfermo en la base para la relación con los otros.


Es muy importante el trabajo de investigación en este campo así como de otras muchas enfermedades somáticas, como única forma de poder ayudar al paciente a superar enfermedades realmente incapacitantes y a día de hoy, muchas de ellas, sin tratamiento médico o farmacológico consistente.

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