Adolescencia, transformación y alimentación (parte 1)
Quién ha tenido en casa un adolescente, sabe lo que supone para el resto de los habitantes de la casa. La adolescencia supone una revolución, un terremoto emocional para el hijo y para los padres. Si nos detenemos a pensar, se trata de uno de los cambios más profundos que atravesamos como seres humanos, el paso de niño a adulto. Este cambio está rodeado, entre otras cosas de una gran ambivalencia en el chaval, sienten temor a ser adulto pero ganas de serlo, quieren ser independientes pero a su vez sienten vértigo de serlo. Dejar de ser un niño tiene sus complicaciones y sus ventajas. Aceptar los cambios corporales tampoco es fácil y menos en una sociedad donde lo físico se impone, y la imagen es sumamente importante.
El adolescente debe aceptar el paso a un cuerpo de adulto, contar con los recursos suficientes para que le llevarán a tener sus primeras relaciones sexuales, proyectar una vida que desea tener, la incertidumbre es máxima.
La exigencia de padres y profesores es, en ocasiones excesiva, pretendemos que tomen decisiones importantes en un momento en que no tienen nada claro. Pasan de necesitar control a necesitar independencia casi de forma simultánea, en un mismo día varias veces.
Este periodo también es un momento de gran creatividad, de búsqueda personal, de desarrollo de una identidad propia, búsqueda de los deseos propios y el lógico desprendimiento de los deseos de los padres, en este proceso los padres pueden ayudar, dando valor a su opinión incluso aunque no estemos de acuerdo con ellas, a su capacidad de pensamiento, a sus deseos de otra vida diferente, y debemos huir de una posición defensiva en la que nos tomamos que sus deseos para en contra de la vida que los padres hemos llevado.
Por otro lado, aunque sea duro, debemos pensar que la confrontación con los padres es necesaria, para que se puedan formar su propia estructura adulta que en esos momentos está en plena formación.
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